Resumen
El jitomate (Solanum lycopersicum) es originario de centro América (Perú, Bolivia, Ecuador); sin embargo, su domesticación fue en el sur de México y norte de Guatemala. Los nativos lo cultivaban antes de la conquista de América, pero a partir del siglo XIX, es cuando toma gran relevancia económica en todo el mundo [1].
En la actualidad, el jitomate se considera como una de las hortalizas más importantes; después de la papa, es el más consumido en el mundo ya que tiene una alta demanda por su valor nutricional y por su uso a nivel industrial. La producción de jitomate ha ido en aumento a nivel mundial en los últimos años, entre los principales países productores se encuentra México, ocupando el décimo lugar a nivel mundial [2]. La importancia de la producción del jitomate en México, radica en que representa un alto valor comercial, respecto a otro tipo de cultivos. En el estado de Sonora, su producción se ha visto afectada por la aparición de enfermedades, alcanzando pérdidas de hasta 100% de la producción [3].
Muchas de las enfermedades que afectan al jitomate, representan una limitante para el rendimiento de la producción. En la actualidad existen cerca de 58 enfermedades que atacan este cultivo. Entre los patógenos que originan estas enfermedades destacan los hongos fitopatógenos, los cuales causan pérdidas importantes en el rendimiento del cultivo. Estos se encuentran de manera natural en suelos agrícolas ocasionando destrucción de tejidos de la hoja de la planta huésped, tallo y raíces; conduciendo al bloqueo del flujo de nutrientes de la planta y como resultado su muerte [4].
El uso de pesticidas ha sido un de las opciones más efectivas para controlar la invasión de plagas en cultivos; sin embargo, existen efectos dañinos bien documentados de estos como lo son: la degradación de los recursos naturales, la contaminación del medio ambiente y la toxicidad a los usuarios. Además, el uso de pesticidas aumenta los costos de producción, lo cual hace menos rentable su uso. Otro aspecto importante, es el hecho que actualmente las plagas han generado una resistencia a los pesticidas, aumentando la dificultad para erradicarlas.
Una alternativa al uso de estos pesticidas, es el control biológico. Mediante éste se pueden controlar agentes biológicos fitopatógenos de los cultivos. En el control biológico se utilizan depredadores naturales o parasitoides, sustancias naturales (como derivados de plantas) o el de microrganismos y virus [5]. Las bacterias como control de enfermedades causadas por hongos, juegan un papel importante, ya que en la actualidad varios estudios han demostrado su eficacia para inhibir el crecimiento de estos patógenos.
La Fusariosis es una de las enfermedades fúngicas más comunes de los cultivos de jitomate y puede provocar la pérdida de la cosecha [6]. Actualmente, la única manera de controlar la Fusariosis es con fungicidas. En estudios recientes, se ha trabajado con control de Fusarium con bacterias, pero los estudios siguen siendo limitados. Por lo tanto, se aislarán bacterias de la microbiota de vegetales y del suelo, y se determinará su efecto inhibitorio contra especies de Fusarium in vitro
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